La Argentina fue uno de los primeros países en América Latina y uno de los más ambiciosos en la construcción de un sistema jubilatorio que anhelaba un amplio grado de cobertura y altos valores en las prestaciones. En 1958, en su momento de mayor liquidez, cuando eran muchos más los aportantes que los jubilados, se aprobó una ley que buscaba garantizar 82 por ciento móvil.